miércoles, 4 de febrero de 2009

Dos años y un día (1 de Febrero de 2009)

El pasado fin de semana se cumplieron 2 años de mí llegada a este cautivador país.

Haciendo recuento de experiencias y sensaciones, me he dado cuenta de que por más que pase el tiempo, China sigue teniendo mucho que ofrecerme.

El país ha cambiado mucho desde mi llegada, y gran parte de ese cambio se debe a la celebración de los Juegos Olímpicos de Beijing este verano. La ciudad creció, cambió, se lavó la cara. Unas veces para mejor, otras no. Pero en el fondo, la capital del norte sigue manteniendo su esencia.

He aprendido mucho conviviendo con los chinos: sobre su filosofía de vida, sobre sus modales, sobre sus fiestas y su cultura. Me he asombrado por las diferencias que nos separan y me he quedado atónita por las similitudes que nos unen. He comprendido cómo nadie puede, desde fuera, intentar compararse a China e intentar solucionar sus problemas a distancia, y que muchos de los que critican, lo hacen sin saber.

He sufrido regateando con ellos para que no me timasen y crispándome por que lo intentaran. Me he apretujado con ellos en el metro, me he jugado la vida montando en bicicleta por sus carreteras llenas de coches y he paseado alegremente por sus tranquilos Hutongs.

Me he esforzado por conocer sus costumbres y por cumplir con ellas. He participado de sus fiestas, he tirado petardos y he hecho recortes de papel. He asistido a sus templos y a sus universidades. He comido en sus restaurantes, bailado en sus bares y comprado en sus tiendas intentando alejarme de los sitios turísticos o frecuentados por extranjeros. He apreciado su cocina e incluso he intentado elaborarla yo misma, preparando JiaoZi, YuanXiao, o sencillos platos como XiHongShi Chao JiDan (revuelto de huevo con tomate natural).

He alucinado con su concepción de la moda, con su comodidad con la falta de privacidad y con la diversidad que, ante todo, da color al país.

He pasado malos ratos conociendo el lado oscuro de China, sus injusticias, su censura, sus faltas de libertad; pero también he sonreído descubriendo sus maravillas, sus esfuerzos por modernizarse y abrirse al mundo, sus ganas de conocer que hay más allá de sus fronteras, los cambios que día a día se van consiguiendo.

En fin, he intentado en este tiempo hacer una inmersión en su cultura para empaparme de ella y he disfrutado de cada momento.

Pero sobretodo me he deleitado viajando por sus tierras y aprendiendo su idioma.

Y dos años después, y teniendo en cuenta la extensión de este país, y la dificultad de su lengua, me queda tanto por visitar y tanto que aprender que dos años parecen un suspiro comparado con lo que me queda por delante.

China ya ha dejado su huella en mí, y me gusta pensar, que gracias a mi afán por darla a conocer, yo también he aportado mi pequeño grano de arena a que el mundo entienda al hasta ahora misterioso y desconocido Dragón que se está desperezando en Asia.

Si me seguís la pista, gustosa os seguiré contando mis peripecias, mis andanzas y el sin fin de sorpresas que seguro me quedan por descubrir, en estas, cada vez menos alejadas, tierras medias.

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