viernes, 28 de noviembre de 2008

Webadictos: ¿Enfermos mentales?

Según China sí. Desde ahora el país asiático reconoce la adicción a Internet como una enfermedad mental.

Esta mañana al intentar chequear mi correo, me he dado cuenta de que no tenía Internet. Después de reintentar la conexión mil veces, enchufar, desenchufar los cables, apagar y encender el router, reiniciar el ordenador… he empezado a perder los nervios. Entonces me he acordado de una noticia publicada en China Daily:

“¿Te sientes tenso y enfadado porque no puedes entrar online?” Sí, he contestado yo algo preocupada. He seguido leyendo la noticia que tenía guardada en mi base de datos personal offline, para la que no necesito conexión para acceder. “Un manual que espera ser aprobado por el ministerio de sanidad chino, asegura que permanecer en línea más de 6 horas diarias [¡pero si yo estoy conectada más de 8!] y experimentar reacciones adversas por no poder conectarse a Internet [¿Seré verdaderamente una webadicta?] y dejar que esto te aleje de tus obligaciones como el estudio o el trabajo, son dos grandes síntomas del Desorden de Adicción a Internet (IAD de sus siglas en inglés)” ¡Ah, no! Yo lo uso como cómo herramienta de trabajo e investigación. ¡Uff, que susto!

Si es cierto que los de mi generación, a caballo entre las nuevas tecnologías y la era anterior, habiendo crecido simultáneamente con los logros y avances tecnológicos actuales, podemos recordar los días en los que los niños de 9 años no tenían teléfonos móviles, y las redes sociales no eran Facebooks y Tuentis, sino un banco en el parque de tu barrio. Pero, ¿Y la siguiente generación? Si yo ya me pregunto ¿Cómo se estudiarían antes las carreras universitarias sin acceso a Internet? Y es más, me asombra que fuera posible, intenta explicárselo a los que serán mis nietos.

El caso es que Einstein ya dijo “Nunca memorices nada que ya esté escrito” pero nos lo hemos debido tomar tan al pie de la letra, que ahora mismo somos (y yo me siento) completamente incapacitados sin Internet. Si no podemos preguntarle a Wikipedia, no lo sabemos; si no podemos mirar el itinerario en Google maps, no sabemos cómo llegar o dónde está; si no podemos verlo en Youtube no sabemos que existe.

Y esto, señores, no tiene marcha atrás. Pero también tiene su parte positiva, y es que con todo el saber del mundo al alcance de nuestra mano, hoy en día el que permanece ignorante es porque quiere.

Pero el problema de los chinos es más complicado. Con la mayor comunidad de internautas del planeta, 40 millones de usuarios de la red son menores de 18 años.

En 2007 China se unió a otros países como Corea del Sur, Tailandia y Vietnam en sus esfuerzos por limitar el tiempo que los jóvenes pasan online. Han aprobado regulaciones que prohíben la entrada de menores en cibercafés, y han implementado programas de control que cortan la conexión después de que estos empleen mas de cinco horas en juegos en línea.”

No digo que las regulaciones no sean necesarias, pero con los adolescentes las prohibiciones sólo causan el efecto contrario. Si les prohíbes comer chicle de fresa, no querrán hacer otra cosa que comer chicle de fresa, y de hecho encaminarán todos sus esfuerzos a conseguir el chicle en cuestión. Sin embargo si les dejas mascar libremente, al poco tiempo la mayoría tendrán las mandíbulas cansadas, y solo unos cuantos harán pompas de manera descontrolada, pero serán una minoría.

Pero si se mira en perspectiva, las medidas tienen sentido en un país tan prohibitivo como es este, en el que ya se censuran determinados contenidos y se controla exhaustivamente la información a la que la población puede tener acceso.

Pero los chinos se están tomando la adicción a Internet muy seriamente. El doctor Tao Ran, el mismo que ha elaborado el manual sobre esta considerada nueva enfermedad, fue el primero en abrir una clínica para la rehabilitación de este tipo de adictos. Situada en las afueras de Beijing, desde su apertura en 2005 ha tratado a más de 3000 enfermos de estas características.

El Dr. Tao se ha forjado una carrera profesional a lo largo de los años, desintoxicando y rehabilitando a heroinómanos. Ahora está aplicando estos mismos conocimientos a unos pacientes con una adicción muy distinta. Sus métodos clínicos, podríamos decir poco ortodoxos, son una mezcla entre disciplina militar, orientación, medicación, hipnosis y electroshock.
Pocos de sus pacientes, la mayoría entre 12 y 24 años están en su clínica por voluntad propia, muchos han sido internados por sus padres, que pagan unos 1300 dólares al mes por el tratamiento.

Los casos menos graves se tratan con orientación y terapia, pero para las adicciones más avanzadas se utilizan medicamentos como ansiolíticos y antidepresivos. A mi me parece excesivo tratar con electroshock y disciplina militar a un adolescente que padece de un agudo trastorno social, pero hincharlos a pastillas es intentar quitarles una adicción con otra.

Estos adolescentes no tienen una necesidad física de una sustancia como puede se la heroína, sino que su necesidad es psicológica, y por ello creo que no deberían utilizarse métodos tan extremos. Pero el equipo del doctor Tao asegura que funcionan. Además según el propio Dr. Tao “Utilizamos las medicinas para darles felicidad, así no necesitan conectarse a Internet para encontrarla”.

Yo desde luego, apostaría por enseñarles a buscar la felicidad en una vida equilibrada y una vida social sana y no en un bote de pastillas.

Aunque claro, esa es la opción fácil y rápida. ¿Pero cuales serán las consecuencias a largo plazo de un colectivo de futuros adultos ex-webyonkis y actualmente zombis a base de pastillas de la felicidad?

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