martes, 17 de marzo de 2009

El Precio del Cambio

Aprovechando el primer día de moderado buen tiempo este pasado fin de semana, decidimos acercarnos a Dashanzi, el conocido como distrito de las artes de Pekín, o 798.



Curiosamente este el único sitio del mundo que conozco en el que te dejan hacer fotos a las piezas de arte.


Me sorprende como cada vez que voy, el sitio me gusta menos. No me entendáis mal, es un lugar increíble y merece completamente la pena acercarse a conocerlo. El problema que yo le veo, son todos los cambios que ha sufrido en los dos últimos años.


Como ya conté en otra ocasión, Dashanzi era el complejo industrial más grande de Asia en los 60, y durante más de 3 décadas fue ejemplo de la productividad y liderazgo del Partido Comunista.

Con la llegada de las reformas y tras la retirada de fondos por parte del estado, la fábrica se cerró, pero resurgió a mediados de los 90 como un reducto para artistas, por sus bajos alquileres y grandes espacios.


Cuando se hizo obvio que 798 tenía potencial económico como centro cultural y de arte contemporáneo, grupos gubernamentales empezaron a controlar lo que sucedía en Dashanzi. Y este fue el principio del fin del distrito tal y como lo conocíamos (y tal y como lo entendían los artistas pioneros del lugar).




Se empezaron a construir aparcamientos, restaurantes, cafeterías, edificios modernos y galerías que han convertido Dashanzi en lo que es hoy: más un punto turístico que un espacio artístico.


Cierto es que aún, aunque cada vez menos, se puede apreciar que el distrito fue en otro tiempo una gran fábrica: las grandes chimeneas, antaño humeantes, se erigen entre brillantes galerías y obras de arte callejeras, y grandes y viejas válvulas contrastan con el cristal y el metal pulido de las nuevas tiendas.




Y es que hay algunas partes del distrito que ya verdaderamente parecen grandes centros comerciales, las calles están llenas de coches y nada queda de bohemio en sus rincones, lo que ha hecho que 798 pierda su esencia, su originalidad, esa sensación de ser un lugar excepcional y extraordinario. Ahora es una desproporcionada tienda de souvenirs.


Al volver, encantada de lo que había visto, porque 798 sigue siendo el lugar al que ir para poder visitar exposiciones interesantes de pintura, escultura y fotografía, pero algo apesadumbrada por el cambio que ha experimentado Dashanzi, un amigo me preguntaba si es que ya no me gustaba el distrito.






Claro que me gusta - intenté explicarle- y si alguien que no conociera el antiguo Dashanzi llegara hoy allí por primera vez, seguro que quedaría fascinado con el concepto. Pero para alguien como yo, y como muchos, que han visto el cambio, el sabor de boca que se queda no es tan agradable. Dashanzi antes era un sitio único. Ahora es simplemente el sitio de moda.


Es más, muchos de los primeros artistas que fundaron 798 ya no tienen sus estudios y galerías en este espacio. Unos fueron invitados a mudarse por el gobierno, cuyo afán por controlar las críticas ya conocemos, y que no va a variar su línea porque estas vengan en forma de arte; mientras que otros se marcharon por su propio pie, desencantados por los cambios y por las subidas de los alquileres.


Algunos se están mudando a un pequeño pueblo a las afueras de Pekín, donde ya residen más de mil artistas, y otro poco a poco van abriendo un nuevo distrito del arte en una ubicación cercana a la original.


Sea como fuere, leía el post que escribí hace aproximadamente un año, en el que ya comenté la lástima que sentí al visitar el distrito meses antes de los JJ.OO., y en el me preguntaba como le afectaría la comercialización, si 798 recuperaría su esencia tras los Juegos. Lamento decir que no, que Dashanzí puede ser ahora el ulterior espacio para el arte contemporáneo Chino, y su nexo de unión al mundo del arte extranjero, pero ya no es lo que era.


Y es que no todos los cambios son buenos.


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