martes, 23 de septiembre de 2008

Leche Con Plástico

Cuando la semana pasada me enteré de los primeros datos de lo que está siendo otro gran escándalo Chino relacionado con la seguridad en la producción de alimentos, mi primera reacción fue: ¿A quién hay que culparNo siempre a China, no sólo a China.


En aquel momento San Lu, era la única empresa afectada, y parte de la misma pertenece a Nueva Zelanda. Si a eso le unimos la información que aseguraba que ambas partes (la china y la neocelandesa) sabían de la contaminación de sus productos desde principios de Agosto, el tema estaba claro para mí: a ninguno de los dos países accionistas les interesaba que el escándalo comenzase durante los Juegos, ya que esto atraería mucho interés por parte de todos los medios reunidos en Pekín, y ambos decidieron esperar hasta después del evento deportivo del año para empezar a retirar la leche en polvo y prepararse para aguantar el chaparrón mediático.


Es ese momento me acordaba de otro escándalo que salpicaba a China el verano pasado con los juguetes y su pintura de plomo, también tóxica para los niños. Entonces el asunto si era obvio: China utilizaba plomo en su pintura, pero los extranjeros que les encargaban la producción presionaban para que se abarataran los costes continuamente, y miraban para otro lado cuando esto se hacía. Por eso digo que no siempre se puede culpar sólo a China.


Pero este caso es diferente, por lo visto el asunto va mucho más allá. Más de 50.000 niños enfermos, (todos de la China continental, menos una niña en Hong Kong) de los que casi 13.000 han tenido que ser hospitalizados, los centros médicos abarrotados de padres preocupados que llevan a sus niños en brazos a que se hagan un chequeo y una nación que está sujeta a la política de hijo único, enervada por la falta de moral de sus propios compatriotas que han envenenado a su único retoño valiéndose de la confianza puesta en los productos nacionales. Un desastre.


De una marca, se ha extendido a 3 más y luego a 22, y de leche en polvo para bebés, se ha pasado a cualquier producto lácteo incluyendo helados, leche líquida y yogures.


Leche con plástico, señores. Porque la Melamina no es otra cosa que un compuesto orgánico rico en nitrógeno que se utiliza para hacer platos, y tazas, pero que da la casualidad que añadida a la leche, y otros alimentos, hace que en los test de calidad aumente fraudulentamente el porcentaje de proteínas del producto. ¡Que chollo! Habrán dicho los responsables… aguamos la leche y luego le añadimos un poco de plástico y tenemos el producto del siglo. Pero hay una pequeña contraindicación -diría el listo de la empresa- también hace que nuestro producto sea tóxico. Pero la moral del becario no reporta beneficios a la empresa en este caso, así que Melamina al canto y miles de bebés, y no tan bebés, con piedras en el riñón, tras sus escasos meses de vida.


Y es que estos niños han aprendido demasiado pronto que es la avaricia la que mueve el mundo. Y me creo que, el hipotético caso que me he inventado hace unas líneas, pueda ocurrir y ocurra en muchas empresas del mundo, y más en China, que se ha convertido en la fábrica centralizada del planeta. Pero lo que no entiendo es que la codicia de alguien pueda pasar por envenenar a los infantes de su propio país, y conseguir dormir por las noches.


La avaricia rompe el saco, y está claro que el saco de los productos lácteos en China tiene ahora mismo un gran agujero en el fondo, que desde luego al gobierno no le va a ser fácil coser.


Y es que la confianza, y más en este país asiático, es algo que tarda mucho en construirse, pero una vez que se derrumba, deja una pila de escombros pesados y en su mayor parte, inservibles.

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