miércoles, 27 de agosto de 2008

Cuando calienta el sol aquí en… Pekín


Yo tengo la suerte de tener una terraza en mi piso en Pekín, donde poder tender tranquilamente mi ropa, sábanas y demás cosas, pero la mayoría del resto de la gente que vive en mi urbanización y en otros pisos del centro de la capital, no tiene sitio en sus casas para semejante necesidad.


Además, los pisos suelen ser bastante oscuros, y muchos tienen que tener las luces todo el día encendidas porque el sol no entra lo suficiente por las escasas y mal orientadas ventanas como para poder iluminar las estancias.


Si a esto le sumas los escasos días soleados, despejados y poco húmedos de los que disfruta Pekín, cuando se alinean los astros y resulta que hace un buen día, se pueden ver escenas como estas.







La verdad es que la primera vez que vi tal estampa me pareció una escena más digna de pueblo que de capital, pero hay que decir que Pekín es un tipo de ciudad que nunca perderá, por lo menos por ahora, su toque rural.


Pero lo peor no es esto, que en el fondo mis vecinos sacan la ropa a tender al patio de la urbanización, lo peor es que hay quien vive en los bordes de los hutong o en las trastiendas de sus propios comercios en las calles principales, y paseando por la ciudad te encuentras desde bragas, sujetadores y calzoncillos, hasta camisetas y fundas de almohadas colgadas en perchas del primer árbol, poste de la luz o gancho al uso, que el que acaba de lavar se encuentre a mano.


Yo entiendo que estas medidas son fruto de la pura necesidad. Pero con el tráfico de Pekín, no se yo si merece la pena lavar la ropa, si cuando se seque al “aire libre” al final va a acabar más sucia que al principio.


El colmo de los colmos, bajo mi punto de vista, lo vi esta primavera. En la esquina de mi urbanización cambiaron una tienda de flores (que olía muy bien) por una tienda de frutos secos donde asan castañas (que suelta un olor que me revuelve el estómago).


Pues la familia de la tienda de ultramarinos que vive justo al lado, tiende la ropa en una cuerda que curiosamente está colocada frente a la salida del extractor del asador de castañas.


Por una parte está bien pensado, porque con el aire caliente seguro que la ropa se les seca en un asar y pelar de castañas.


Pero solo de pensar en ponerme esas camisetas con tan digamos fuerte y curiosa esencia, hace que cada día sienta más respeto por las maneras que los chinos encuentran de buscarse la vida, y mientras tanto, seguir siendo felices.


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