Las tres bolitas azules son concentrado de matarratas. Aunque he de decir que nunca he visto una rata en los alrededores, si que he visto un hurón correteando suelto, por extraño y peligroso que eso parezca.
El caso es que viendo la deferencia de los chinos de mi urbanización, que se toman la molestia de plantar banderines junto al veneno, para evitar que niños y adultos (e incluso extranjeros, ¡que lo pone en inglés!) se intoxiquen, he empezado a pensar si precisamente por esta forma de aviso, el raticida dejaría de ser efectivo.
¿Y por qué, si la ratas no saben leer? Pues posiblemente no sepan leer, pero me he acordado de un experimento que hicieron hace años en EE.UU. y que puede ilustrar mi razonamiento.
Tras una pequeña búsqueda en Internet, he encontrado dos diferentes versiones del mismo experimento, (una utiliza electricidad y un palo, la otra jarras de agua fría y una escalera), pero la voy a reproducir según yo la leí en su momento, es decir, la versión con la electricidad y el palo.
El experimento sucede así:
En una jaula con 6 monos colocaron un palo en posición vertical, en cuya parte superior situaron un plátano. Como buenos monos, poco después de descubrir la pieza, alguno intentó subirse al palo para coger la apetitosa fruta, momento en el cual una descarga eléctrica sacudía al resto de los monos de la jaula.
Con el paso del tiempo, y al sufrir las descargas en repetidas ocasiones, los monos empezaron a entender que lo de coger el plátano y que les electrocutaran iba a tener algo que ver lo uno con lo otro, así que a partir de que comprendieron la regla de causa-efecto, cada vez que un mono iba a acercarse al palo, los demás le propinaban una paliza a modo de disuasión.
Esto es suficiente para explicar mi teoría sobre la eficacia del matarratas, pero dejadme que os termine de contar el experimento de todas formas.
Pasado un tiempo, los científicos (o supongo que si le preguntas a los monos, los torturadores) cambiaron a uno de los primates genuinos del experimento, por uno nuevo, y desactivaron las descargas. Este pobre no sabía nada de las electrocuciones, así que ingenuo de él intentó subirse al palo, y tras varias palizas dedujo que eso era simplemente algo que no debía hacerse en esa jaula.
Cuando entró otro compañero nuevo, todos, incluido el mono que no había conocido las descargas, se abalanzaron a apalear al inconsciente primate.
Poco a poco los hombres de ciencia fueron cambiando uno a uno a todos los monos de la jaula, y llegó un momento en el que, incluso teniendo en cuenta que ninguno de esos monos sabía porqué, nadie se acercaba al palo, y el que lo hacía se enfrentaba a una paliza por parte de los demás.
Las diferencias con la historia de los monos y el raticida de urbanización son abismales: el tipo de animal, las circunstancias, la jaula, el castigo colectivo… pero en el fondo me parece que puede ser de algún modo aplicable.
Si la comunidad de ratas de mi barrio ve que cada vez que una de las suyas anda cerca de los banderines amarillos informativos muere poco después, en algún momento alguna rata lista deducirá que esa colorida advertencia tendrá algo que ver con la muerte de su compañeras, y al final, lo que supone una llamada de atención para nosotros, también lo supondrá para los roedores, haciendo el método poco efectivo.
Se que es una historia algo fantástica, pero yo no pienso subestimar a unos animales que saben que los barcos se hunden mucho antes que los humanos.
Pero en cualquiera de los casos, gracias a esta historieta ya sabéis que si venís a Pekín, los raticidas están señalizados. Aunque no se como de efectiva será esa señalización para la salud de los perros de mis vecinos.
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