viernes, 10 de abril de 2009

Pekín Efímero

Hace un par de semanas encontré en Nanluoguxiang, un conocido y transitado Hutong del centro de Pekín, una pequeña tienda. Más que tienda era un tenderete, pero con paredes, en el que un señor muy simpático hacía unas tartitas con diferentes rellenos que olían estupendamente.

Aprovechando la coyuntura, y el descubrimiento, grabé un vídeo para dedicarle un post a las exquisitas tartitas de crema que probé. Pero al llegar a casa, a la hora de editar el vídeo, no me gustó nada como había quedado así que decidí volver pasados unos días para comprar más tartitas y repetir el vídeo.

Cual fue mi sorpresa cuando, al llegar al diminuto Hutong en el que estaba la diminuta tienda, me encuentro con un diminuto local vacío.

Y es que esto es algo que tiende a pasar muy a menudo en la capital China. Innumerables ocasiones, hasta que me lo aprendí claro, entraba en una tienda, veía algo que me gustaba, pero decía, bueno no lo voy a comprar ahora, ya volveré… y cuando volvía, esa tienda de ropa se había convertido en un sitio de zumos, que más adelante se diversificaba negocio vendiendo también flores, y hasta calcetines.

Eso si, no os fiéis de los carteles porque, como son conscientes de los inestables que son aquí las empresas, hay quienes no se gastan dinero en cambiar el letrero del local, por lo que la tienda de zumos seguirá luciendo el cartel de la tienda de ropa durante meses.

Pero creo que cuando más rabia me da esto de vivir en una ciudad tan cambiante y efímera como Pekín, es cuando lo que cierra son los restaurantes que frecuento.

Muchas noches nos hemos acercado hasta el restaurante de turno que más nos apetecía, y… ¡que decepción! Puertas cerradas, o cambio de dueño y de cocineros (no de decoración), lo que lo convierte en un sitio antagónicamente distinto.

Hay otra alternativa, y es que el edificio esté recién derruido y una cuadrilla de afanosos trabajadores esté currando día y noche para levantar otra estructura, que por increíble que parezca, estará lista pocas semanas después, borrando todo rastro del negocio anterior.

Es más, una conversación común entre los que vivimos en Pekín incluirá la duda de si el sitio que se propone seguirá en pie o no. Por poner un ejemplo de la conversación tipo, el otro día nos proponíamos elegir un restaurante para ir a cenar y el procesó de elección fue algo así.

- ¿Dónde podemos ir?
- Pues podemos ir al ¨Sweet and Sour¨ de Andingmen.
- No, lo intentamos el otro día y lo han cerrado.
- ¿Y el de la provincia de Xinjiang del Hutong de detrás del metro?
- No, lo cerraron antes de los JJ.OO. y mandaron a toda la familia de vuelta a su provincia.
- Pues podemos probar uno nuevo entonces.
- ¡Ah! Yo conozco un vietnamita muy bueno en Gulou… ero la última vez que estuve allí fue el año pasado, así que no se si seguirá abierto.
- Bueno, podemos intentarlo.

Esa noche, a diferencia de otras, tuvimos suerte, y el vietnamita, muy bueno por cierto (la reseña aquí), estaba abierto y regentado por la misma gente.

Pero si se piensa bien, esto también tiene su lado positivo, y es que en su calidad de capital sorpresiva, aunque siempre andes por las mismas calles, cada vez encontrarás algo nuevo a tu paso.

Pero si queréis un consejo, nunca pospongáis nada en Pekín. En un sitio tan en movimiento constante como este, hacer vuestra la máxima de “no dejes para mañana lo que puedas comprar hoy” que por cierto se la debió inventar Deng Xiaoping como parte de su reforma económica de hace 30 años… y desde entonces nada ha vuelto a ser igual en la ciudad imperial.

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