viernes, 12 de diciembre de 2008

El swing del dragón

La crisis no sólo está dejando malparados, o mejor dicho, parados sin mas, a los numerosos trabajadores de las numerosas fábricas internacionales que alberga el territorio chino dedicadas a la exportación. Las últimas bajas de la crisis las están protagonizando las caddies de golf. Y digo “las”, por que en este país asiático, la mayoría son mujeres.

Para que os hagáis una idea de cómo son de mayoría os pondré un ejemplo. El Club Internacional de Golf de Nanshan, al este del país, se vanagloria de ser el mayor club de golf del mundo con 225 hoyos. Según explica ABC, en realidad se trata de la suma de 11 campos de 18 hoyos y uno de 27 que, en total, ocupan una superficie de 1,3 millones de metros cuadrados. El caso es que este inmenso campo de golf cuenta con 300 caddies, de los cuales sólo 10 son hombres.

Y digo que los caddies son la última baja de la guerra contra la crisis, porque el Misión Hills de Shenzhen (al sur, frente a Hong Kong), que también se jacta de ser el más grande del mundo (aunque “sólo” tiene 216 hoyos), ha decidido despedir a 2000 empleados (el 20% de su plantilla) según informa Bloomberg news.

Según marketwatch.com, este club es conocido por requerir a sus socios una sustanciosa cuenta corriente más que un handicap para poder pertenecer al exquisito campo de golf que cuenta con una casa club del tamaño de un aeropuerto.

Antes de los despidos, el lujoso club intentó subir un tercio las tarifas para hacerse miembro hasta situarlas en 1.68 millones de dólares Hongkoneses, unos 162,456 euros.

Al mirar estos precios también hay que tener en cuenta que el golf es un deporte de minorías en China, y que sus jugadores son los que más pagan por jugar de todo el mundo: unos 121 euros de media.

Pero es que según parece, apunta marketwatch, el reciente revés a la economía mundial significa que menos jugadores de golf pueden permitirse green fee, la tarifa de los buggy y sobretodo la tarifa de los caddies, que además aquí como poco se llevan de dos en dos por jugador.

Y todos estos descontentos caddies pueden sumarse ya a los desempleados de las fábricas, y formar con tantos otros, un peligroso colectivo para el gobierno ya que juntos pueden, potencialmente, provocar tensión social.

Pero la relación del régimen de Pekín con el golf nunca ha sido muy amistosa. El Partido tacha al deporte de burgués, insulto donde los haya, y por su lado los más de 400 campos del país se quejan de las altas tasas, el 22.5% de los ingresos, que deben pagar al estado.

Pero como muchas cosas en China, las reticencias del Gobierno Central para dar licencias para nuevos campos se superan pasando por los corruptos gobiernos locales, con menos escrúpulos y más visión en las ganancias.

Si tenemos en cuenta el bunker en el que se parece estar estancando el golf en este país, y contando con la reticencia del gobierno central a convertirlo en un deporte de masas, ahora mismo pueden ocurrir dos cosas muy diferentes: o bien los clubs bajan sus precios para ser más asequibles, si no a las hordas de chinos medios sí a los empobrecidos ricachones, o siguen los pasos de Japón en los años 90 cuando numerosos campos de golf se fueron a la quiebra después de la crisis que afectó al país durante años.

En cualquiera de los casos, parece que va a ser un duro torneo contra la adversidad y tras estas complicaciones y viéndose en el rough, el golf en China puede olvidarse de conquistar el país con un hoyo en uno. Aunque ya se sabe que la jugada no tiene porque terminar ahí y el sector podría remontar, volver a calle y terminar con un elegante eagle.

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