miércoles, 13 de mayo de 2009

Altos y Bajos

Pekín, es lo que tiene, inspira sentimientos contradictorios.

Unos días, los menos pero los hay, me levanto con poca paciencia para con esta gente. Me crispan sus maneras, me enerva su forma de hacer las cosas, y me frustra la falta de fluidez en la comunicación.

Otros días, los más, me siento como en casa, paseando por mi barrio, recorriendo los Hutongs, reconociendo las esquinas, y siendo, por fin, capaz de discernir cual es, si este o aquel, el lado Norte de la calle. Algo (conseguir orientarme según los puntos cardinales) que sin duda no puedo hacer en mi querida capital española, pero que ha resultado ser imprescindible, y muy divertido y gratificante dicho sea de paso, en la capital China.

Pero todavía queda otro tipo de días, cómo hoy, en los que me siento, no solo cómoda, si no feliz y entusiasmada de vivir en esta intrigante, complicada y a la vez simple, cambiante y fascinante ciudad.

Y es que un día como hoy, me veo a mi misma sonriendo por las calles y a la gente, encantada de compartir asiento y vida con esta raza de asiáticos milenarios.

En un día como hoy, me quedo corta de adjetivos positivos.

Sí, los chinos eructan y escupen en la calle.

Sí, los baños públicos huelen mal (pero al menos los hay).

Sí, a veces la manera de razonar de los chinos se presenta inconcebible.

Sí, a veces este es un país desquiciante.

Pero no, no me canso de vivir aquí.

No me canso de despertar cada mañana con el reto de superación que supone comunicarse.

No me canso de exponerme a una cultura tan desconocida que tiene tanto que transmitir.

No me canso de aprender cada día algo nuevo que me ayuda a comprender la diversidad de la vida y la mente humana. Cómo cambian las concepciones sobre la existencia en los distintos puntos del planeta, y cómo las diferencias son más enriquecedoras que problemáticas. Cómo no todo es según yo lo entiendo y lo he aprendido, lo que me ayuda a crecer como persona.

No me canso de valorar lo que tengo a través del contraste con la escala de valores de los chinos tradicionales.

No me canso de abrir mis miras tratando de comprender la lógica del dragón.

No me canso de leer los problemas y formular las críticas al respecto.
Y sobre todo, no me canso de ver los avances, el desarrollo y los cambios del país.

Como un adulto que se emociona viendo los pasos tambaleantes de un niño que empieza a andar, así nos sentimos los que queremos a China, que pronto cumplirá 60 años como nación. Y aunque se tropiece, se caiga, se equivoque y cometa errores, la vemos levantarse y volver a retomar el paso.

No. No me canso de Pekín.



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